viernes, 4 de julio de 2008

Seres "civilizados"

Me hace gracia esa palabreja, pero me hace más gracia aún el concepto forjado en estos últimos tiempos por algunos mentecatos bienpensadores. Esos mismos mastuerzos del buen rollito, paz y milongas varias, convencidos de que el mundo necesita arco iris a espuertas y mariposas a granel.

Sorprende a veces la ingenuidad de muchas personas, pero es aún más inquietante la ceguera y estulticia esgrimida por muchos, alentada claro está por aquellos a quien beneficia. La similitud entre civilización y decadencia, otro concepto incapaz de calar en esas mentes inquietas del "todo vale", es otro argumento más ignorado y relegado al ostracismo. Ahora, como dice el personaje de Omura en "el último samurai": somos un país con leyes. Se acabó por tanto la ley del más fuerte imponiendo su voluntad a sangre y fuego.
Quien quiera pensarlo, a pesar de ser libre para hacerlo, reciba mi más cordial y sincera colleja (por ser suaves), ante tamaña idiotez.

No hemos hecho más que invertir términos, adaptarnos a los tiempos y aparentar un grado de progreso ficticio. Cambiar la ley del más fuerte por la del más rico ha sido un proceso gradual, a medida que el desarrollo tecnológico permitía a cualquier mierdecilla cobarde matar a alguien a distancia. No hay que ser muy listo para saber que el dinero, hoy en día abre puertas y corazones antes impensables. En otros tiempos la gente tenía escrúpulos, conciencia, honra, o como quieran llamarlo, y esas cosas eran impensables. Hoy en día todo tiene precio, y la gente, lo exhibe en la frente. El poderoso caballero, ha dado muestras de su influencia en numerosas ocasiones, unas más obvias, otras más sutiles. Aquí tenemos ejemplos nacionales de sobra, y por citar unos pocos, recuerden a Mario Conde, a Farruquito, o al impresentable de El Dioni. Y eso sin meternos en real faena, que daría para largo y tendido.

Pero la cosa es ésa. Tenemos leyes, y ya somos civilizados. No nos matamos por un tema de lindes (ese entrañable arrebato patrio) o por habernos desflorado a la niña. No. Ahora observamos impotentes cómo nos violan a la legítima, nos queman la casa y nos dejan en silla de ruedas sin mover un dedo, esperando ese mazo de la dama ciega que pondrá las cosas en su sitio. Y la cosa no llega, pero aquí no pasa nada. Luego contemplamos con estupor cómo a nuestro hijo le graban en la guardería en plena orgía, nos ponen los pies del revés en el quirófano, o nuestro jefe nos encadena a la silla de la oficina, riendo a mandíbula batiente con cosas como "horas extra" o "reconocimiento en el trabajo".
Y volvemos a apelar, infatigables, con esa confianza que sólo los tontos somos capaces de mostrar una y otra vez. Y el mazo cae, estrepitoso, para darle la razón al contrario y buscarnos la ruina.

De camino a casa un artefacto explosivo nos deja en la cuneta de la vida, enterrando a familia y amigos, y entonces, ante la gravedad del asunto, nos ponemos serios, y exigimos a esa puta de la balanza que por una vez, aunque sólo sea una, haga lo que debe. Craso error por supuesto, pues ya sabemos que es un asunto complicado, peliagudo e incluso de índole reservada. No se le puede exigir a un "patriota" (adorable eufemismo del cabrón de Otegui y compañía), quedarse calladito cual buen colegial mientras un juez desgrana uno a uno las lindezas perpetradas por él. Es una infamia a la cual debe, está obligado casi, responder de forma contundente, libertad de expresión y mierdas varias, etc, etc.

Y es en ese momento en el que uno desea acercarse a semejante cabrón, como figura representativa por supuesto, en su lugar se pueden poner a muchos, y reventarle la sesera con lo primero que se tenga a mano. Pero eso no es "civilizado". Quedarse mirando como un gilipollas mientras te pisotean y se mofan en tu cara, sí.